Independiente no se lució, pero le ganó 1-0 a Patronato por los 16avos de final de la Copa Argentina. Un paso adelante.
Definitivamente no fue una buena presentación de Independiente. Deslucido, magro, desabrido, sin claridad ni opciones de gol hasta el cierre del encuentro. Poca generación de juego, poco en lo colectivo y poco en lo individual. Un Independiente amparado en meter un gol, que llegó en los pies de Domingo Blanco, y sostenerse en esa tranquilidad.
Es posible que la poca iniciativa de Patronato también lo haya relajado; en ocasiones, cuando te atacan poco, es preferible sostener y lograr el objetivo primario: ganar. El Rojo ganó, consiguió lo que fue a buscar a San Luis; pero nada más. Sin las triangulaciones aceitadas que mostró ante Colón de Santa Fe, ni los desbordes, ni las paredes, ni los remates, ni nada.
No se puede despreciar nunca un pasaje a la siguiente ronda; porque también así se construyen los equipos. Sin embargo, el paso adelante es sólo por saberse en los Octavos de final de la Copa Argentina; no por el juego mostrado en el Único de Villa Mercedes.
Desconectado Pablo Pérez, impreciso Domingo Blanco, voluntarioso, pero equívoco Juan Sánchez Miño; desaparecido Silvio Romero y errático Sebastián Palacios. Ayudó la entrada de Martín Benítez para dar algo de aire en los avances, algún remate que despierte a los 10 mil hinchas que se acercaron para ver al conjunto de Sebastián Beccacece.
Sobre el cierre del cotejo, el Rey de Copas pudo haber aumentado el marcador de no ser por los despilfarros del Tucu. Martín Campaña fue un espectador de lujo, como cualquier otro plateista, ante la nula vocación ofensiva de los suplentes de Patronato. Mucho por mejorar, más para seguir creciendo. ¡Se ganó, se avanzó y punto!
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